Viajé desde Lima hacia Arequipa con el objetivo de conocer exactamente todos los detalles y pormenores acerca de la vida y obra del ingeniero e inventor peruano Pedro Paulet, y confirmar con fuentes fidedignas, in situ, si en realidad tenía por derecho llamársele el pionero de la era espacial. Me presentaron con el profesor Mostajo, un historiador muy conocido que se desempeñaba como el biógrafo de nuestro inventor peruano y que se adjudicaba el derecho de conocerlo mejor que nadie. Tenía setenta y un años de edad, unos bigotes con puntas hacia arriba y cualquiera que lo viera diría sin pensarlo dos veces que era la viva imagen del mismísimo Pedro Paulet.
- Señor, Mostajo ¿es
cierto eso o no?
- Pues, sí. Paulet fue
el pionero de la era espacial.
- ¿Pero por qué la nasa
o el mundo no lo reconoce como tal y, sin embargo, si lo hace con Wernher Von
Braun?
- Lo que pasa es que la
nasa en su momento lo quiso ocultar para que ellos se adjudiquen el
reconocimiento y se lleven todo el crédito. Acuérdate que todo eso sucedió en
plena guerra fría y Estados Unidos competía con Rusia por el poder geopolítico,
militar, científico, y por llegar primero a la luna. Querían demostrar ser la
única superpotencia en el mundo y el país más poderoso de todo el globo
terráqueo.
- ¡Ohhhh…!!!!!!!, ahora
comprendo todo.
- ¿Y qué es esto?
Palpé un objeto metálico del tamaño de dos
metros y medio de alto y un metro y medio de ancho, parecido a un horno
eléctrico trifásico para hacer pan, que estaba pegado a la pared de la
habitación. El profesor Mostajo se sorprendió cuando le hice la pregunta. Se
sintió un poco incómodo al principio, pero luego le tomó menos de tres segundos
para responder a mi interrogante.
- ¿Cuál? ¡Ah… eso…!
ehhhh... Es… es una refrigeradora que adquirí hace muchísimo tiempo. La
conservo hasta ahora en perfectas condiciones. Le he hecho algunas
modificaciones y todo para alargar su periodo de vida útil. Sabrás
perfectamente que las cosas antiguas duran más y por eso son mejores. Los
objetos de ahora no duran mucho tiempo y se deterioran muy rápido. No hay nada
como aquellos tiempos. Esos fabricantes sí que sabían construir las cosas y no
se les escapaba ningún detalle, jajajajaja… estoy a punto de venderla a un
conocido que va a emprender un nuevo negocio como puede usted ver: Una
heladería, nada más y menos, Jajajajajaja… ahora mismo estaba a punto de darle
un mantenimiento y de hacerle unos pequeños ajustes, jajajajaja… – el profesor
Mostajo me daba la impresión de querer tomarme el pelo. Me di cuenta por su
hipócrita sonrisa. No quería quedar como un tonto, pero le seguí el juego en la
conversación para no levantar ninguna sospecha y para que el viejo siguiera
parloteando a ver si en una de esas se iba de la lengua y me contaba alguno de
sus secretos ocultos relacionados a Pedro Paulet. Aunque también le seguía la
corriente para no quedar como un antipático porque no quería que el viejo me
echara de su casa muy rápido.
- ¿No será muy grande,
para ser una refrigeradora? – le pregunté.
- Bueno, sí. Un
poco.
- ¿Y este manual? Esto
se parece mucho a esta refrigeradora. De seguro es el modelo original que se
usó para construirla. Ya veo ¿y que son esos planos que están más allá? Parecen
partes de algún aparato electrónico. Deben ser sus partes internas de seguro.
Usted la hizo más grande para que así pudiera caber más cosas adentro. Y ahora
lleva algunos componentes extra. Pero el papel de estos planos se ve muy viejo
y amarillento. Pareciera no ser de esta época.
- Se nota que eres muy
curioso. Bueno, déjame decirte que en su momento la amplié como tu muy bien lo
acabas de decir, y estos planos me sirven como guía para encontrar algún
desperfecto o avería grave que se pueda presentar, eso es todo. Ahora como te
repito, le estoy dando unos pequeños ajustones y por eso saqué los planos por
un momento. Aunque déjame decirte que no los necesito en verdad. Conozco este
aparato como la palma de mi mano.
El profesor mostajo se sonrojó un poco. Se le
notaba algo de preocupación en su rostro, después empezó a palidecer y respiró
por espacio de cinco segundos para intentar calmar aquella ansiedad que tenía.
Luego comenzó a doblar rápido aquellos planos de ingeniería electrónica, para
después guardarlos dentro de un cajón.
- Son planos antiguos –
respondió ya más calmado -. Solo los guardo como una reliquia familiar.
No deberías darle ninguna importancia.
- Está bien, profesor.
Ahora que lo veo, usted se parece mucho a Pedro Paulet. Lo debe admirar
muchísimo para imitarlo tan idéntico y dejarse la cabellera y los bigotes así y
vestirse del mismo modo. Debe ser seguro un familiar de usted.
Saqué de uno de mis bolsillos de mi pantalón
un billete de cien nuevos soles y lo alejé de mi vista para comparar a ambos
personajes ahí mismo. El profesor mostajo me miró con una sonrisa socarrona y
luego sacudió la cabeza.
- Mmmmm…De ninguna
manera. No tenemos ningún parentesco.
- ¿En serio?
- Lo juro.
- Pues, pareciera que
usted fuera su hermano gemelo.
Después de haber tocado aquellos temas que
alarmaron mi curiosidad pero que no venían al caso, toqué otro punto de la
conversación y me enfoqué a lo que vine, que era empaparme de toda información
relacionada a Pedro Paulet. Tuvimos una charla por cerca de unas dos horas y
media. El profesor Mostajo me iba relatando toda la historia acerca de la vida
del inventor peruano. Yo iba escuchando impresionado de tanta información muy
detallada que no dejaba de preguntarme una y otra vez si no estaría hablando
con el verdadero Pedro Paulet. Llegamos a un punto de la conversación en que
empezamos a hablar de viajes en el tiempo, teletransportación, vida
extraterrestre en otros planetas, agujeros de gusano, portales dimensionales y
hasta de cómo crear una máquina que prolongue la longevidad. El profesor
Mostajo hablaba con mucho conocimiento del tema y aseguró también que Pedro
Paulet conocía acerca de todo eso, insinuando que probablemente se había puesto
a trabajar en la construcción y diseño de algún proyecto relacionado con alguno
de esos temas.
- Usted sabe mucho,
profesor, acerca de él. Parece que lo hubiera conocido en persona.
- Lo he estudiado
muchísimo. Ah, pero también soy su admirador y fanático. Como buen arequipeño
debo conocerlo como a mí mismo para poder hablar de él frente a entrevistas,
auditorios y conferencias.
- Claro, por
supuesto.
Tuvimos una conversación muy grata y amena al
final del día después de todo, y ambos nos caímos tan bien que quedamos en
vernos en una próxima entrevista. Me había hecho su amigo y eso fue muy
satisfactorio para mí. No lo quise interrumpir más porque me di cuenta que
estaba enfrascado en su trabajo de mantenimiento de aquel aparato ya
mencionado, así que me despedí del profesor con un fuerte apretón de manos y un
abrazo, y regresé a la habitación de mi hotel.
Decidí quedarme en Arequipa por una semana.
Visitaría algunos lugares turísticos y disfrutaría de su rica comida (está por
demás hablar del ya conocido y famoso rocoto relleno). El clima era perfecto
para quedarse a vivir. Atrás quedarían mis problemas de asma producto de la
humedad y la contaminación de la capital.
Luego de transcurrida aquella semana decidí
partir a lima con toda esa información recibida y fui a visitar al profesor
Mostajo por última vez para tomarme una foto con el antes de regresar. El mundo
tenía que conocerlo. Todos se sorprenderían al enterarse que estuve hablando
con una persona muy allegada e idéntica al inventor peruano. Y claro, yo
estaría orgulloso de eso. Mi foto al lado de “Pedro Paulet”. Sería el primero o
el último en conocerlo jajajajaja…. Pero siempre siendo consciente que aquel personaje
solo era su imitador. Pero vaya que imitador para profesional.
Cuando llegué a su oficina, encontré la
puerta entreabierta. Caminé algunos pasos y a tres metros de distancia,
encontré tirado en el piso al profesor Mostajo.
- Profesor, despierte,
por favor. ¿Qué le sucedió?
Con una voz ronca, lenta y apagada, me
contestó lo siguiente:
- ¡Ahhhh…! Llama a la
señorita Vivian, por favor. Ella sabrá que hacer. Vive en el departamento de al
lado.
- Si, eso haré. No se
preocupe, ahorita vengo. Aguante, profesor. No se me vaya a ir, por
favor.
Fui por la señorita Vivian y nos apresuramos
juntos por ir a ver al profesor. Cuando llegamos todavía seguía allí con vida,
aunque respiraba con dificultad. Al acercarme noté que su rostro había
envejecido más que hace algunos minutos, y su piel y músculos estaban enjutos
como una momia disecada. A simple vista, el profesor sufría de alguna
enfermedad grave o se había contagiado de alguna bacteria maligna. Al darme
cuenta perfectamente sobre eso, la señorita Vivian me hizo a un lado
increpándome lo siguiente:
- Retírate, por favor. Y
cierra la puerta cuando salgas.
- Pero, quiero ayudar,
señorita.
- No, por favor.
Retírate y cierra la puerta. Después te lo explicaré.
Retrocedí muy sorprendido y encolerizado por
aquella actitud. Yo sabía que el profesor Mostajo me necesitaba, pero aquella
señorita me impedía ayudarlo. Esperé afuera en la puerta por espacio de diez
minutos y ninguno de los dos se atrevía a salir. El profesor Mostajo necesitaba
un doctor urgente. Algo raro estaba sucediendo ¿Porque esa actitud hacia mí? No
era su familiar, pero le había cogido un cariño al viejo. Me daba pena su
situación.
Transcurrieron unos minutos más, hasta que al
fin apareció la señorita Vivian en la puerta.
- ¿Como está el profesor
Mostajo? ¿Se encuentra bien?
- Disculpa que te haya
sacado de la habitación de esa manera.
- No se preocupe. – le
respondí.
- Soy su enfermera
personal del profesor. Soy la responsable de sus cuidados y de velar por su
salud y bienestar.
- Ya veo.
- El profesor se
encuentra bien. Pero por ahora no puede atender a nadie. Esta descansando en
estos momentos. ¿Podría venir mañana, por favor? Le aseguro que si viene mañana,
él lo atenderá con mucho gusto.
- Mañana no podré. Viajo
hoy a lima y solo quería despedirme de el por última vez ¿En serio no puedo
verlo?
- Hágame caso, amigo.
Venga mañana, por favor.
- Está bien. Haré un
esfuerzo.
Al día siguiente aparecí en la puerta del profesor.
- Profesor mostajo,
¿Cómo se encuentra usted?
- Ahhhh… Muy débil…
- ¿Pero que tiene? Se le
nota más envejecido que antes. ¿Qué le ocurrió?
- Esta vez sí estoy a
punto de morir. Voy a morir y ya no regresaré más. Debí morir hace muchísimo
tiempo.
- ¿Ya no regresará más?
Pero de que está hablando usted.
- Ya no tiene solución y
tampoco la energía suficiente para poder encenderla de nuevo. Déjame
morir.
- Pero, está usted
delirando. Debo llamar a la enfermera.
- No, no lo hagas. Ya se
preocupó mucho por mi durante todo este tiempo. Ya no quiero molestarla.
- Entonces permítame
llamar a un doctor.
- Los doctores no saben
nada ¿Cómo crees que me he mantenido con vida todo este tiempo?
- Pues, no lo sé.
- Si quieres saber toda
la verdad, pues aguarda, que muy pronto lo sabrás.
Esperé unos diez minutos al lado del profesor
Mostajo, mientras al parecer, el viejo iba agonizando. La señorita Vivian se
apersonó pocos minutos después y cubrió con una manta el cuerpo inerte y ya sin
vida del profesor.
- Señorita, Vivian ¿Qué
acaba de pasar con el profesor Mostajo? ¿podría contarme toda la verdad, por
favor?
- En realidad, no hay
nada más que contar de lo que ya han visto tus propios ojos.
- ¡Que…!
- Así es, amigo. El
profesor mostajo te estuvo mostrando toda la verdad durante todo este tiempo. Él
no era cualquier profesor.
- ¡Ya lo sabía! Su
interés y conocimiento por la ciencia y muchos temas en general. El tipo era un
sabelotodo. Tenía que ser muy inteligente para saber todo eso y dominar esos
temas con una profundidad que solo una persona muy preparada y culta podría
tener.
- Por eso fue el quien
inventó esta máquina ¿para qué crees que la hizo? Pues, para mantenerse con
vida y retardar su envejecimiento. Pero hace como dos semanas tuvo que
entrar en ella para su tratamiento y la máquina se descompuso y no pudo
repararla. El combustible especial que utilizaba también se le acabó. Tuvo
muchas deficiencias que se le juntaron al final. El tiempo se le acababa. En
eso tu apareciste en su oficina y tuvo que disimular lo más que pudo. Pero el
profesor confiaba en poder encontrar la falla y desgraciadamente le quedaba
poco tiempo para volver a envejecer. Tenía que entrar a la máquina para poder
regenerar su cuerpo. Pero no llegó a tiempo. Mi abuela trabajó para el por allá
en el año de 1900 y después también mi madre. Luego seguí la tradición y me
convertí en su enfermera personal por pedido de ambas.
- ¿Cómo? ¿año 1900?
¿Cuándo nació el profesor mostajo si se puede saber?
- Los registros
oficiales demuestran que nació el dos de julio de 1874.
- ¿Pero esa no fue la
fecha en que nació Pedro Paulet?
- Tal vez. Que
coincidencia, ¿no?
Me alejé de aquella casa muy asustado y no
pude creer lo que había escuchado. Dudaba en dar a conocer al mundo acerca de
lo que me acababa de enterar ¿Alguien me iba a creer aquella historia? No
quería quedar en ridículo así que me la guardé para mí mismo. Nadie tendría
porque saberlo, pero sé que en algún momento el mundo se enterará.
FIN
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