El calor de la sabana y la sudoración de su cuerpo hizo que juan se despertara en ese momento. entonces al fin se dio cuenta que el verano había llegado. Se sentó al filo de la cama y sacudió la cabeza como un perro.
Se preguntaba si Hilda estaría de acuerdo con su propuesta. Pero luego que se lo dijera, ella llamaría a la policía y lo denunciaría.
Entonces salió a la calle para aprovechar el día. Juan nunca había matado a nadie. La cabeza le dolía. Un perro callejero que cruzaba la calle se le acerco y lo lamio. En un acto desesperación pateo al perro hasta matarlo.
Los vecinos aterrados por el suceso, llamaron a la policía y lograron detener a juan.
-¿Porque lo hiciste, hijo?
-Estaba desesperado, señor policía.
-Entonces deberías ver a un medico. Mira lo que le has hecho a este pobre animal.
-Esto es mejor que asesinar a tu propio hijo. Ahora lléveme preso, señor policía.
-Pero que estas diciendo, maldita sea.
-Si, iba a matar a mi propio hijo porque no lo quería. Ahora prefiero morir en prisión antes de volverlo a ver. Ahora me doy cuenta que no merezco ver a mi hijo. No lo merezco. Perdóname, hijo.
-Vamos, vamos, levántate. Necesito tomar tus datos para registrarte. Te llevare a la comisaria y luego veremos a un doctor.
Hilda apareció en la comisaria con la medicina de juan.
-Es un paciente esquizofrénico, mi marido, señor policía. Por favor, déjelo en libertad.
-Tenga mas cuidado, señora. Cuide de su marido. Estando por ahí suelto es un peligro para la sociedad.
-Así lo hare, señor policía.
-Ahora llene esta hoja con sus datos y déjese una propina para la gaseosa que aquí no ha pasado nada.
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