lunes, 23 de septiembre de 2024

El último invento de Pedro Paulet

 Viajé desde Lima hacia Arequipa con el objetivo de conocer exactamente todos los detalles y pormenores acerca de la vida y obra del ingeniero e inventor peruano Pedro Paulet, y confirmar con fuentes fidedignas, in situ, si en realidad tenía por derecho llamársele el pionero de la era espacial. Me presentaron con el profesor Mostajo, un historiador muy conocido que se desempeñaba como el biógrafo de nuestro inventor peruano y que se adjudicaba el derecho de conocerlo mejor que nadie. Tenía setenta y un años de edad, unos bigotes con puntas hacia arriba y cualquiera que lo viera diría sin pensarlo dos veces que era la viva imagen del mismísimo Pedro Paulet.  

-      Señor, Mostajo ¿es cierto eso o no? 

-      Pues, sí. Paulet fue el pionero de la era espacial.  

-     ¿Pero por qué la nasa o el mundo no lo reconoce como tal y, sin embargo, si lo hace con Wernher Von Braun? 

-   Lo que pasa es que la nasa en su momento lo quiso ocultar para que ellos se adjudiquen el reconocimiento y se lleven todo el crédito. Acuérdate que todo eso sucedió en plena guerra fría y Estados Unidos competía con Rusia por el poder geopolítico, militar, científico, y por llegar primero a la luna. Querían demostrar ser la única superpotencia en el mundo y el país más poderoso de todo el globo terráqueo.  

-     ¡Ohhhh…!!!!!!!, ahora comprendo todo. 

-     ¿Y qué es esto? 

Palpé un objeto metálico del tamaño de dos metros y medio de alto y un metro y medio de ancho, parecido a un horno eléctrico trifásico para hacer pan, que estaba pegado a la pared de la habitación. El profesor Mostajo se sorprendió cuando le hice la pregunta. Se sintió un poco incómodo al principio, pero luego le tomó menos de tres segundos para responder a mi interrogante. 

-      ¿Cuál? ¡Ah… eso…! ehhhh... Es… es una refrigeradora que adquirí hace muchísimo tiempo. La conservo hasta ahora en perfectas condiciones. Le he hecho algunas modificaciones y todo para alargar su periodo de vida útil. Sabrás perfectamente que las cosas antiguas duran más y por eso son mejores. Los objetos de ahora no duran mucho tiempo y se deterioran muy rápido. No hay nada como aquellos tiempos. Esos fabricantes sí que sabían construir las cosas y no se les escapaba ningún detalle, jajajajaja… estoy a punto de venderla a un conocido que va a emprender un nuevo negocio como puede usted ver: Una heladería, nada más y menos, Jajajajajaja… ahora mismo estaba a punto de darle un mantenimiento y de hacerle unos pequeños ajustes, jajajajaja… – el profesor Mostajo me daba la impresión de querer tomarme el pelo. Me di cuenta por su hipócrita sonrisa. No quería quedar como un tonto, pero le seguí el juego en la conversación para no levantar ninguna sospecha y para que el viejo siguiera parloteando a ver si en una de esas se iba de la lengua y me contaba alguno de sus secretos ocultos relacionados a Pedro Paulet. Aunque también le seguía la corriente para no quedar como un antipático porque no quería que el viejo me echara de su casa muy rápido. 

-      ¿No será muy grande, para ser una refrigeradora? – le pregunté. 

-      Bueno, sí. Un poco.  

-      ¿Y este manual? Esto se parece mucho a esta refrigeradora. De seguro es el modelo original que se usó para construirla. Ya veo ¿y que son esos planos que están más allá? Parecen partes de algún aparato electrónico. Deben ser sus partes internas de seguro. Usted la hizo más grande para que así pudiera caber más cosas adentro. Y ahora lleva algunos componentes extra. Pero el papel de estos planos se ve muy viejo y amarillento. Pareciera no ser de esta época.  

-      Se nota que eres muy curioso. Bueno, déjame decirte que en su momento la amplié como tu muy bien lo acabas de decir, y estos planos me sirven como guía para encontrar algún desperfecto o avería grave que se pueda presentar, eso es todo. Ahora como te repito, le estoy dando unos pequeños ajustones y por eso saqué los planos por un momento. Aunque déjame decirte que no los necesito en verdad. Conozco este aparato como la palma de mi mano. 

El profesor mostajo se sonrojó un poco. Se le notaba algo de preocupación en su rostro, después empezó a palidecer y respiró por espacio de cinco segundos para intentar calmar aquella ansiedad que tenía. Luego comenzó a doblar rápido aquellos planos de ingeniería electrónica, para después guardarlos dentro de un cajón.  

-      Son planos antiguos – respondió ya más calmado -.  Solo los guardo como una reliquia familiar. No deberías darle ninguna importancia.  

-     Está bien, profesor. Ahora que lo veo, usted se parece mucho a Pedro Paulet. Lo debe admirar muchísimo para imitarlo tan idéntico y dejarse la cabellera y los bigotes así y vestirse del mismo modo. Debe ser seguro un familiar de usted. 

Saqué de uno de mis bolsillos de mi pantalón un billete de cien nuevos soles y lo alejé de mi vista para comparar a ambos personajes ahí mismo. El profesor mostajo me miró con una sonrisa socarrona y luego sacudió la cabeza.  

-      Mmmmm…De ninguna manera. No tenemos ningún parentesco.  

-      ¿En serio? 

-      Lo juro.  

-      Pues, pareciera que usted fuera su hermano gemelo. 

Después de haber tocado aquellos temas que alarmaron mi curiosidad pero que no venían al caso, toqué otro punto de la conversación y me enfoqué a lo que vine, que era empaparme de toda información relacionada a Pedro Paulet. Tuvimos una charla por cerca de unas dos horas y media. El profesor Mostajo me iba relatando toda la historia acerca de la vida del inventor peruano. Yo iba escuchando impresionado de tanta información muy detallada que no dejaba de preguntarme una y otra vez si no estaría hablando con el verdadero Pedro Paulet. Llegamos a un punto de la conversación en que empezamos a hablar de viajes en el tiempo, teletransportación, vida extraterrestre en otros planetas, agujeros de gusano, portales dimensionales y hasta de cómo crear una máquina que prolongue la longevidad. El profesor Mostajo hablaba con mucho conocimiento del tema y aseguró también que Pedro Paulet conocía acerca de todo eso, insinuando que probablemente se había puesto a trabajar en la construcción y diseño de algún proyecto relacionado con alguno de esos temas.  

-      Usted sabe mucho, profesor, acerca de él. Parece que lo hubiera conocido en persona.  

-  Lo he estudiado muchísimo. Ah, pero también soy su admirador y fanático. Como buen arequipeño debo conocerlo como a mí mismo para poder hablar de él frente a entrevistas, auditorios y conferencias.  

-      Claro, por supuesto.  

Tuvimos una conversación muy grata y amena al final del día después de todo, y ambos nos caímos tan bien que quedamos en vernos en una próxima entrevista. Me había hecho su amigo y eso fue muy satisfactorio para mí. No lo quise interrumpir más porque me di cuenta que estaba enfrascado en su trabajo de mantenimiento de aquel aparato ya mencionado, así que me despedí del profesor con un fuerte apretón de manos y un abrazo, y regresé a la habitación de mi hotel.  

Decidí quedarme en Arequipa por una semana. Visitaría algunos lugares turísticos y disfrutaría de su rica comida (está por demás hablar del ya conocido y famoso rocoto relleno). El clima era perfecto para quedarse a vivir. Atrás quedarían mis problemas de asma producto de la humedad y la contaminación de la capital.   

Luego de transcurrida aquella semana decidí partir a lima con toda esa información recibida y fui a visitar al profesor Mostajo por última vez para tomarme una foto con el antes de regresar. El mundo tenía que conocerlo. Todos se sorprenderían al enterarse que estuve hablando con una persona muy allegada e idéntica al inventor peruano. Y claro, yo estaría orgulloso de eso. Mi foto al lado de “Pedro Paulet”. Sería el primero o el último en conocerlo jajajajaja…. Pero siempre siendo consciente que aquel personaje solo era su imitador. Pero vaya que imitador para profesional. 

Cuando llegué a su oficina, encontré la puerta entreabierta. Caminé algunos pasos y a tres metros de distancia, encontré tirado en el piso al profesor Mostajo.  

-      Profesor, despierte, por favor. ¿Qué le sucedió? 

Con una voz ronca, lenta y apagada, me contestó lo siguiente:  

-    ¡Ahhhh…! Llama a la señorita Vivian, por favor. Ella sabrá que hacer. Vive en el departamento de al lado.  

-      Si, eso haré. No se preocupe, ahorita vengo. Aguante, profesor. No se me vaya a ir, por favor.  

Fui por la señorita Vivian y nos apresuramos juntos por ir a ver al profesor. Cuando llegamos todavía seguía allí con vida, aunque respiraba con dificultad. Al acercarme noté que su rostro había envejecido más que hace algunos minutos, y su piel y músculos estaban enjutos como una momia disecada. A simple vista, el profesor sufría de alguna enfermedad grave o se había contagiado de alguna bacteria maligna. Al darme cuenta perfectamente sobre eso, la señorita Vivian me hizo a un lado increpándome lo siguiente: 

-      Retírate, por favor. Y cierra la puerta cuando salgas.     

-      Pero, quiero ayudar, señorita.  

-      No, por favor. Retírate y cierra la puerta. Después te lo explicaré.  

Retrocedí muy sorprendido y encolerizado por aquella actitud. Yo sabía que el profesor Mostajo me necesitaba, pero aquella señorita me impedía ayudarlo. Esperé afuera en la puerta por espacio de diez minutos y ninguno de los dos se atrevía a salir. El profesor Mostajo necesitaba un doctor urgente. Algo raro estaba sucediendo ¿Porque esa actitud hacia mí? No era su familiar, pero le había cogido un cariño al viejo. Me daba pena su situación.  

Transcurrieron unos minutos más, hasta que al fin apareció la señorita Vivian en la puerta.  

-      ¿Como está el profesor Mostajo? ¿Se encuentra bien? 

-      Disculpa que te haya sacado de la habitación de esa manera.  

-      No se preocupe. – le respondí.  

-    Soy su enfermera personal del profesor. Soy la responsable de sus cuidados y de velar por su salud y bienestar.  

-      Ya veo.  

-    El profesor se encuentra bien. Pero por ahora no puede atender a nadie. Esta descansando en estos momentos. ¿Podría venir mañana, por favor? Le aseguro que si viene mañana, él lo atenderá con mucho gusto.  

-      Mañana no podré. Viajo hoy a lima y solo quería despedirme de el por última vez ¿En serio no puedo verlo? 

-      Hágame caso, amigo. Venga mañana, por favor.  

-      Está bien. Haré un esfuerzo.  

Al día siguiente aparecí en la puerta del profesor.  

-      Profesor mostajo, ¿Cómo se encuentra usted?  

-      Ahhhh… Muy débil… 

-      ¿Pero que tiene? Se le nota más envejecido que antes. ¿Qué le ocurrió?  

-   Esta vez sí estoy a punto de morir. Voy a morir y ya no regresaré más. Debí morir hace muchísimo tiempo.  

-      ¿Ya no regresará más? Pero de que está hablando usted.  

-     Ya no tiene solución y tampoco la energía suficiente para poder encenderla de nuevo. Déjame morir.  

-      Pero, está usted delirando. Debo llamar a la enfermera.  

-  No, no lo hagas. Ya se preocupó mucho por mi durante todo este tiempo. Ya no quiero molestarla.  

-      Entonces permítame llamar a un doctor.  

-      Los doctores no saben nada ¿Cómo crees que me he mantenido con vida todo este tiempo? 

-      Pues, no lo sé.  

-      Si quieres saber toda la verdad, pues aguarda, que muy pronto lo sabrás.   

Esperé unos diez minutos al lado del profesor Mostajo, mientras al parecer, el viejo iba agonizando. La señorita Vivian se apersonó pocos minutos después y cubrió con una manta el cuerpo inerte y ya sin vida del profesor.  

-      Señorita, Vivian ¿Qué acaba de pasar con el profesor Mostajo? ¿podría contarme toda la verdad, por favor? 

-      En realidad, no hay nada más que contar de lo que ya han visto tus propios ojos.  

-      ¡Que…! 

-      Así es, amigo. El profesor mostajo te estuvo mostrando toda la verdad durante todo este tiempo. Él no era cualquier profesor.  

-      ¡Ya lo sabía! Su interés y conocimiento por la ciencia y muchos temas en general. El tipo era un sabelotodo. Tenía que ser muy inteligente para saber todo eso y dominar esos temas con una profundidad que solo una persona muy preparada y culta podría tener. 

-      Por eso fue el quien inventó esta máquina ¿para qué crees que la hizo? Pues, para mantenerse con vida y retardar su envejecimiento.  Pero hace como dos semanas tuvo que entrar en ella para su tratamiento y la máquina se descompuso y no pudo repararla. El combustible especial que utilizaba también se le acabó. Tuvo muchas deficiencias que se le juntaron al final. El tiempo se le acababa. En eso tu apareciste en su oficina y tuvo que disimular lo más que pudo. Pero el profesor confiaba en poder encontrar la falla y desgraciadamente le quedaba poco tiempo para volver a envejecer. Tenía que entrar a la máquina para poder regenerar su cuerpo. Pero no llegó a tiempo. Mi abuela trabajó para el por allá en el año de 1900 y después también mi madre. Luego seguí la tradición y me convertí en su enfermera personal por pedido de ambas.  

-      ¿Cómo? ¿año 1900? ¿Cuándo nació el profesor mostajo si se puede saber? 

-      Los registros oficiales demuestran que nació el dos de julio de 1874. 

-      ¿Pero esa no fue la fecha en que nació Pedro Paulet?

-      Tal vez. Que coincidencia, ¿no? 

Me alejé de aquella casa muy asustado y no pude creer lo que había escuchado. Dudaba en dar a conocer al mundo acerca de lo que me acababa de enterar ¿Alguien me iba a creer aquella historia? No quería quedar en ridículo así que me la guardé para mí mismo. Nadie tendría porque saberlo, pero sé que en algún momento el mundo se enterará. 

 

FIN

SODEDAT ROCLE

Lo conocí un domingo. Aquel día se realizaba un torneo de pesca en el muelle de Pimentel en el departamento de Lambayeque, y el premio era...