viernes, 19 de julio de 2024

Un pez de concreto

 


El aire frío de la brisa del mar penetraba por todo mi cuerpo. Caminaba acurrucado. Llevaba los brazos pegados al cuerpo y las manos dentro de los bolsillos de los pantalones. No conocía a nadie en aquel lugar (Amo los lugares vírgenes. Siento que vuelvo a nacer, que estoy en otro mundo. Y me siento feliz así. Creo que me he acostumbrado sin darme cuenta a intentar olvidar el pasado, a dejar todo lo malo atrás, no ocultarlo porque siempre está ahí, y tratar siempre de reconstruirme. Volvería a nacer millones de veces para conocer nuevas personas porque me aburre la cotidianidad de siempre e intentar ser feliz con las mismas personas). 

Caminaba con cuidado cuando fui por primera vez al muelle (eso fue hace muchos años), por miedo de meter los pies dentro de aquellas tablas divididas por aberturas que daban al mar. Pero ahora era diferente. Caminaba con más soltura, sin temores, ni preocupaciones ni nada.

Estaba solo. Vestía una casaca color azul oscuro y un pantalón azul vaquero. Siempre llevaba la gorra del mismo color que el resto de mi ropa (la gente conocida siempre me decía que vestía como viejo). Era temprano por la mañana y había pocas personas en aquel lugar. Se sentía mucha tranquilidad en el ambiente. Solo se escuchaba el sonido de las olas del mar y la presencia de la brisa fresca que helaba todo.

Caminé hasta el final del muelle y luego regresé hasta casi la mitad del mismo. Un pescador asomó por ahí y empezó a tantear su trampa para cangrejos. Había puesto muchas de ellas a lo largo de todo el tramo. No se interesó en mi presencia (no intercambiamos ni una palabra). Lentamente en el transcurso de la mañana, fueron apareciendo más visitantes al balneario; Uno que otro cada quince minutos, pero no tantos. No me atrevía aun a hacer a lo que vine. A pesar de la poca presencia de personas, dos o tres por ahí, presentía miradas acosadoras que aguardaban para observar a cualquier cosa que hiciera. Me esperé un rato. Seguí caminando por el muelle. Lo olisqueaba como un perro. Buscaba el mejor lugar para posicionarme. Bajaba y subía hasta que encontré un sitio cómodo para pescar. 

En casa había preparado dos cordeles con sus respectivos anzuelos. Los había armado yo mismo sin la ayuda de nadie. Y ahora estaba aquí en el muelle para ponerlos a prueba. Pensaba en llevar a casa un pescado grande. En realidad, estaba esperando pescar por lo menos tres de esos peces grandes. Entre ellos estaba la “chula”, la “chita” y el “tramboyo”. Lancé el primer cordel a corta distancia y amarré el otro extremo al madero del pasamanos. Repetí el mismo procedimiento con el segundo cordel. A los diez minutos (lo controlé con mi reloj) jalé el primer cordel y no encontré ninguna carnada. Al comienzo creí que el pez se lo había llevado, pero luego me di cuenta que el culpable había sido un cangrejo “carretero”. Debía de haber muchos de ellos en esta playa. En realidad, creo que abundaban. Mientras tanto, el otro cordel estaba entero. Ninguna presa había caído.

Aparecieron dos pescadores de la zona con su canasta y sus respectivos cordeles. Eran una pareja de amigos. Parecían tener experiencia en la pesca. Al lanzar su cordel, uno de ellos, no pasaron muchos minutos para que apareciera un pez colgado del anzuelo. A pesar de haber sido un pez pequeño, yo los miraba con envidia. No podía ser posible que ellos pescaran y yo no. No era suerte. Debía ser la carnada perfecta y la manera de lanzar el cordel. Me preguntaba también si su cordel estaba muy bien armado con el número de nylon correcto. 

Intenté pescar hasta la tarde. Al mediodía aquellos dos hombres se marcharon. Los vi retirarse porque a la misma hora, yo regresaba de echarle algo de comida al estómago. Llevaban seguramente su canasta llena de pescado. Era lo más probable. No lo sabía exactamente, pero de lo que si estaba seguro es que llevaban peces pequeños. En Pimentel solo había peces chicos. Los grandes estaban más lejos, a cuatro o cinco kilómetros de distancia. Y allá solo se podía pescar con barco o con caballito de totora. 

Cuando dieran las cinco y media de la tarde decidí que iba a retirarme a casa. Probé otra lanzada más con el cordel, pero regresaba vacía, sin carnada. Estos “carreteros” con sus patitas como pinzas, eran especialistas en separar la carne de pescado del anzuelo sin entramparse. Desde que había llegado al muelle, calculé que tenía dieciocho lanzadas con el carrete.  

De vez en cuando miraba a las personas que pasaban y se adentraban al muelle. Entre ellas había mujeres bonitas y muy jóvenes. Eran de piel muy blanca y vestían muy bien. Había muchas de ellas para elegir e invitarla a salir y pasarla muy bien. 

El frío empezaba otra vez a ahuyentarme. Cada paso que daba lo hacía temblando. Como decidí en que me marcharía hasta las cinco y media, seguí esperando y aguantaba el frío como tonto o como un macho. El sol empezaba a ocultarse en el oeste. Me senté en una de aquellas bancas y esperé. Ahí sentado me acurruqué y abracé mi cuerpo para darme calor. Seguía mirando a la gente que entraba y salía del muelle. No notaba que sintieran frío tal como yo lo tenía, debían de tener otros ánimos. Seguramente estaban emocionados por recorrer todo el puerto, conocerlo, atravesarlo y llegar lo más lejos posible, que se habían olvidado del clima frio en aquel lugar. Cuando dieron las horas en que prometí marcharme, me levanté apresurado con unas ganas enormes y fui por mis dos cordeles que estaban amarrados al madero del pasamanos. Cuando empecé a jalar el primero, este se entrampó en el fondo del mar. Pareciera que desde allí una especie de monstruo marino lo estuviera jalando con sus poderosas fauces. No podía envolver mi carrete. Lo intenté de nuevo con todas mis fuerzas y llegué a pensar que ya no podría recuperarlo, así que tendría que cortarlo con mi cuchillo para así al menos no perder todo el cordel. Probé otra manera: Jalaba y soltaba. Lo hacía muy suave, con unas manos de maestro. No podía perderlo. De a pocos iba cediendo. Cada vez iba recuperando centímetros de cordel. Si pensaba positivamente diría que se trataba de un “bonito” o un pez espada. Me estaba emocionando. Llegué a un punto en que lo tenía a cincuenta centímetros de la superficie del agua y ahí me detuve para descansar y tomar un poco de aire. Las personas que estaban muy cerca iban formándose en parejas para ir a observar el espectáculo. Estaba a punto de descubrir lo que iba a subir con mi cordel. Miraba caras de entusiasmo, de duda, y una que otra cara de asombro. Mientras tanto, seguía sujetando con fuerza el cordel y al mismo tiempo iba relajándome un poco para recuperar energía. Me había esforzado en retenerlo por lo menos unos siete minutos sin detenerme. El misterio se hacía cada vez más oscuro. ¿Que era aquello?, ¿De qué animal se trataba? Cuando había recuperado todas mis fuerzas empecé de nuevo a jalar y entonces asomó desde debajo del agua una parte blanca. Seguí jalando hasta que apareció un bloque de concreto. Lo jalé hasta tenerlo a seis metros de distancia y lo retuve por un momento. Pero no pude sostenerlo más. Era muy pesado. Aquel bloque debía de tener unos cincuenta kilos de peso. No me quedó de otra que cortar el cordel con mi cuchillo y el bloque regresó al mar. Todos los ahí presentes regresaron a sus sitios decepcionados. Mientras tanto, el otro cordel estaba ahí, amarrado al pasamanos, aunque sin ninguna captura, pero al menos lo saqué intacto. 

Metí todos los artículos de pesca en la bolsa y luego lo acomodé en la mochila. Ahora llevaba menos peso que antes. Caminaba más ligero. Se habían hecho las seis de la tarde sin darme cuenta y salí del muelle. El frío se iba sintiendo menos a medida que me alejaba. Quería comer algo, pero no pude. No tenía el dinero suficiente como para comprar un bizcocho o al menos un pan. Pero eso a mí no me importaba. Solo tenía en mente que llegando a casa comería lo que quisiera de la olla. Caminé tres cuadras hasta llegar al paradero de las combis. Me subí al vehículo y esperé sentado unos siete u ocho minutos hasta que por fin la movilidad arrancó. 

En casa comí de todo. Habían preparado pollo criollo con arroz y ensalada. Uhmmmm… Me sirvieron un plato grande y me lo vacié todo. Luego empecé a contarle a todos en casa acerca de mi experiencia en el muelle. 

-Al menos te divertiste – dijo mi padre. 

-Bueno, sí. Pero ya no pienso regresar. Hace mucho frío y aparte no sé pescar. 

-Lo que pasa es que no hay pescado en Pimentel. Los que pescan con barcos lo han depredado todo. 

-Si, eso también es cierto.          

No regresé al muelle en siete meses. Me quedé en casa. Olvidé todo por un tiempo. Aparte no tenía dinero para regresar. Me buscaría un trabajo decente, reuniría un dinero y después regresaría a la pesca. Por ahora volver era imposible. Había perdido las ganas. No quería saber nada de pesca por ahora. Si tan solo hubiera atrapado un pececillo o algo, hubiera tenido una esperanza de que al volver al día siguiente atraparía algo de más importancia. Pero ya lo había decidido, no regresaría en el corto plazo. 

A la semana siguiente decidí salir a caminar un rato a la calle. El primer día caminé de golpe diez kilómetros y cuando regresé a casa estaba muy agotado. Me quemaba la cabeza por el sol, terminé escaldado y me dolían las rodillas. Descansé una semana y luego otra vez empecé a caminar. Siempre la misma ruta. Tres días después ya estaba otra vez en la calle, hasta que me acostumbré a caminar con ese intervalo de tiempo para descansar. 

Entre caminata y caminata que hacía por la calle en que deambulaba como un loco, habían pasado siete meses. Siete meses en los que no había podido conseguir un trabajo digno. Había bajado unos diez kilos y las ropas me colgaban de lo enjuto que estaba. Pensé por un momento: ‘¿Por qué no voy a pescar a Pimentel yendo a pie ida y vuelta?’. La idea no era mala. Primero porque me ahorraba los pasajes y segundo porque hacía ejercicio que era beneficioso para la salud. Ahora que ya sabía caminar tramos largos perfectamente sin maltratarme, podía ir a cualquier lugar que yo quisiese y era muy divertido para mí. 

Un día lunes temprano por la mañana preparé mis artículos de pesca y salí al muelle. Le dije a mi madre: ‘no prepares pollo, hoy comeremos pescado frito, sudado o cebiche’. Había salido un sol muy radiante y eso era perfecto para mí. Caminé sin descanso durante dos horas y media. Cuando al fin llegué al puerto de Pimentel eran las 11:30 horas de la mañana. Había muchas personas paseando por el balneario. Lo primero que hice fue tomar un poco de agua de mi botella. Después comí dos panes. La caminata me había dado mucha sed y abierto el apetito. Caminaba muy seguro y relajado. Respiraba el aire limpio y puro del mar y disfrutaba de la tranquilidad del ambiente. Saqué mis artículos de pesca y preparé la carnada. Lancé el cordel como siempre lo hacía (muy a mi estilo), a poca distancia, a unos tres o cuatro metros más o menos. Esperé unos cinco minutos. Ahora ya no controlaba el tiempo con el reloj, solo esperaba un lapso prudente. De pronto sentí un pequeño jalón en mis manos. Empecé a jalar el carrete hasta que a apareció enganchado un cangrejo “carretero”. Pero a siete metros de distancia hasta mis pies, se desenganchó solo y cayó al mar. El resto del día me lo pasé atrapando de manera repetitiva el mismo animal. 

Cuando regresé a casa eran las seis de la tarde. Estaba callado y no mencioné ninguna palabra. Nadie preguntó si había pescado algo. Si en algún momento alguien de mi familia se emocionó con comer pescado fresco, en aquellos días en que salía a pescar continuamente, hoy se difuminó ese sentimiento.

Comí y me fui a dormir. Estaba decepcionado conmigo mismo. Ya no iría más al muelle de Pimentel. Se lo hice saber a mi madre y el asunto quedó ahí. Dónde estaría el secreto del buen pescador, me preguntaba. Yo quería quedar bien con mi familia. Después de un tiempo tal vez lo volvería a intentar, no lo sabía. Seguramente en mucho tiempo. Por el momento solo me dedicaría a caminar y así hasta conseguir un empleo. Lo que si me había decidido es que los domingos haría caminatas de ida y vuelta hasta Pimentel, pero sin intentar pescar nada.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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