miércoles, 22 de mayo de 2024

La declaración del loco Anselmo

 

Cuando dieron las doce, sonó la campana del colegio y todos los niños del segundo grado de primaria se marcharon a sus casas. El único que no regresó fue Roberto Febres, un niño de cabello rubio como su padre, hijo del señor Michael Febres, un alemán, alto y muy respetado por ser el alcalde del distrito de santa lucía en lima, Perú. Cuando el patrón y la patrona fueron a ver a pablo Quispe, un niño de siete años, que hace pocos días había llegado recién a lima de las serranías de un pueblo en Huancavelica, le preguntaron por Roberto, su hijo, el no supo que responder y solo atinó a decir: “No sé, patroncita”.

-  A ver, Pablito, acuérdate. ¿Dónde esta el niño Roberto? Acuérdate, pablo - le preguntó su mamá que era la empleada de la familia Febres, una mujer de piel morena, de rasgos andinos, bajita y con dos trenzas que colgaban sobre sus hombros y que usaba una pollera y una camisa blanca con adornos, acostumbrada a pegarle a Pablo con una penca hecha de vísceras de carnero y a zarandearlo como a un muñeco como siempre lo hacía, pero ahora estaba angustiosa y temerosa ante las miradas amenazadoras de los patrones.

-  No sé, mamita. – y pablo Quispe se echó a llorar ante los jaloneos bruscos de brazo que le hacía su madre, como culpabilizándolo por un delito que no cometió.

-  ¿No salieron juntos como hermanitos, Pablito?, no llores, hijo. Responde, por favor. - preguntó la patrona, una mujer muy joven y hermosa, de piel blanca, alta y de pelo castaño. De trato amable y muy bien educada. 

Un poco mas calmado y tratando de tomar aire, pablo Quispe respondió:

-  Si, patroncita. El me agarró del cuello cuando estaba sentado y luego me jaló del brazo y salimos juntos del salón, pero a él lo llamó el director del colegio y yo salí afuera a la calle junto con todos los demás niños a esperar a mamá. Pero al ver que no llegaba, los hermanos zapata se ofrecieron para acompañarme hasta la esquina y luego me dijeron que diera la vuelta con la consigna de no mirar para atrás, para así esconderme del niño Roberto porque siempre que me veía me pegaba de patadas y puñetazos en la cara y en el estómago. Ahí me quedé sentado un rato hasta que llegó mi mamá y me recogió. Eso es todo lo que sé. No sé nada más.

 

El patrón muy enojado salió de la casa cerrando la puerta con violencia detrás de él. Se notaba a simple vista que llevaba un demonio por dentro. Después ordenó al cochero que lo llevase al colegio a toda prisa. El cochero muy sorprendido y asustado arrancó a toda velocidad. Cuando por fin llegó, el señor Febres se bajó del coche todo apresurado de un salto y al ratito nada más ya se encontraba en la oficina del director.

 

-  ¿Director- preguntó el señor Michael Febres– que pasó con mi hijo? ¿Dónde está?

 

El director era un personaje que no pasaba del metro cuarenta de estatura, era un enano de circo. Su nariz era ancha y ganchuda y sus bigotes parecían una brocha de pelos de cola de caballo, así de gruesas. Tenía una calva muy lisa y brillante que llamaba mucho la atención y por eso se dejaba crecer el pelo de las patillas para jalárselo por toda la calva y así disimular un poco la calvicie.

-  No se preocupe, usted, señor alcalde, todo el pueblo lo está buscando. No hay razón alguna para meterse con usted o con alguien de su familia, siendo la más respetada y admirada por todos nosotros. Dentro de media hora tendré noticias de su hijo, señor alcalde. Ya mandé a avisar a mi gente y a dos guardias de policía. Que cualquier cosa que pase me manden a llamar.

-  Pero creo que ha pasado mas tiempo que el que debió pasar. El apenas es un niño de siete años - (“Mi hijo debe estar sufriendo”, pensó el señor Febres) – ¿Por qué razón lo llamó después de culminar sus clases? ¿Por qué no cuido de mi hijo? Si le sucediera algo a Roberto, usted se va a meter en serios problemas. Así que vaya poniéndose a rezar a todos los santos. Pero desde ya le voy diciendo que esta vez ni san Martincito, ni el señor de los milagros lo va a salvar de mi. Ya me va a conocer usted.

 

El director del colegio trató de mantenerse en pie porque tambaleaba ante los gritos del señor Febres, y se apoyó en la mesa de su escritorio.

-  No…, no…, no se preocupe, usted, señor alcalde – el director del colegio se acomodó el nudo de la corbata que empezaba a asfixiarlo y se puso a temblar y tartamudeaba al mismo tiempo. – ro… rob… robe… Robertito aparecerá. Recuerde usted que los niños son un poco traviesos y juguetones. Si lo llamé al termino de las clases fue para felicitarlo personalmente por ser un niño muy destacado en clase y muy responsable. Y de paso enviarle un recado para usted acerca de la ceremonia que se realizará el día sábado aquí en el patio del colegio, para entregar los diplomas y medallas que he mandado a hacer para condecorar a todos los niños sobresalientes de cada grado.

 

El tumulto de gente hacía tal bullicio desde lejos que llamó la atención del señor Febres y del director del colegio. Ambos salieron a la calle para ver que ocurría. Uno de los guardias, llamado Ramón, un hombre alto y de contextura gruesa, se alejó del tumulto y se presentó ante los dos. Hizo un saludo levantando el brazo y usando la mano como visera a la altura de sien. Era lo más parecido a un soldado del tercer Reich de la segunda guerra mundial.

 

-  Con su permiso, señor alcalde, vengo a informarle que hemos encontrado a su hijo, el niño Roberto. Está vivo, aunque un poco inconsciente. Está confundido, pero dice el doctor flores que se pondrá bien. Tiene moretones en la cara y en su cuerpo producto de una golpiza. Cuando lo encontramos tenía un poco de sangre que le salía por la nariz. Como le digo, el doctor ya le hizo un chequeo general y ahora está a cuidados de la enfermera. Debo mencionarle que lo hemos sacado de un pozo cerca de los cañaverales de la finca santa lucía. Mas o menos a cinco cuadras de aquí.

 

-  ¡Qué...! ¡No es posible! gracias, señor policía. Excelente trabajo – le dio la mano - Voy a verlo de inmediato - pronunció muy alterado el señor Febres. Después, dirigiéndose al director del colegio - quiero un informe detallado de todo lo ocurrido con mi hijo. Lo hago a usted responsable de todo. Voy ahora mismo a hacer la denuncia en la comisaria. Averiguaré quien ha sido el culpable de todo esto. Se han ensañado con un niño inocente. No descansaré hasta encontrar a los culpables de este hecho.

 

El director del colegio se acomodó el nudo de su corbata por tercera vez, tragando saliva, muy nervioso, y se dirigió a su oficina para cumplir las ordenes del señor Febres. No sin antes fue a ver al profesor rosales y le encontró revisando unos papeles. Le avisó para que se apersonara a su oficina.

 

-  Profesor, le encargo este asunto del secuestro del niño Roberto. Hágase cargo, por favor. Averígüeme quién es el responsable de haber cometido este acto tan cobarde y criminal al mismo tiempo. Comprenda que el señor alcalde ya me puso en la mira y mi puesto como máxima autoridad de este colegio está en riesgo. Lo que quiero de usted es que me consiga todo tipo de información, testimonios y pruebas contundentes. Usted solo encárguese de eso que yo haré el informe.

 

El profesor rosales era el responsable de impartir las clases a los alumnos de la sección de segundo grado, promoción de Roberto Febres.

 

-  Señor director, justamente estaba haciendo los preparativos para el concurso de poesía “cesar vallejo el poeta del siglo XX”. Aquí tengo el programa y los requisitos que se necesitan para participar. Véalo usted mismo- el profesor le mostró un tríptico.

-  Muy bien hecho, profesor. Lo felicito por la iniciativa. Pero primero encarguémonos de resolver este caso que me tiene muy preocupado y ansioso. Necesito que esto se termine de una buena vez, sino no podré dormir esta noche en casa con mi mujer y mis hijos.

-  Lo único que se me ocurre, señor director, en estos momentos, es ir en busca del alumno marcos Pérez. Él fue el último en salir de la clase. Lo castigué por llegar tarde haciendo una tarea de ejercicios de matemáticas. Por eso es que se quedó entre diez y trece minutos más tarde. Lo mas seguro es que él lo haya visto. Se lo preguntaré. No se preocupe, déjemelo a mí.

-  Te lo agradecería mucho. Te lo encargo. Y por favor, trae buenas noticias.

-  Sí, señor director.

 

Cuando el profesor rosales visitó la casa del alumno marcos Pérez, un niño muy listo que escribía algunos versos y que era fanático de la poesía de césar vallejo, pues la recitaba en voz alta y con mímica en el corral de su casa, le dijo que el culpable de todo había sido el “loco” Anselmo, el reciclador de la basura.

 

-  Como yo fui el último en salir no encontré a nadie afuera en la calle. Entonces me fui solo hasta mi casa y a dos cuadras mas allá, porque yo vivo en dirección de la finca de santa lucía, me encontré con el “loco” Anselmo y me llamó mucho la atención que llevara entre las manos unos libros de segundo año, y se notaban que eran nuevos. El “loco” me llamó ansiosamente. Movía su mano haciendo la señal para que me acercara, pero como nosotros en el colegio ya lo conocíamos que era loco, entonces por el miedo que le teníamos, sujeté con fuerza mis cuadernos y me arranqué rápido para mi casa. Y precisamente los libros que el loco llevaba en las manos eran los que nos recomendó usted, profesor. Luego ya en casa me enteré por mi mamá acerca de la desaparición del niño Roberto. Pero el culpable es el “loco”. Es él porque venía de aquella dirección donde encontraron al niño Roberto y traía sus cuadernos.

-  Él no es loco, hijo. Lo que pasa es que él tiene un problema y no puede hablar. Hace años lo operaron por un problema que tuvo en la garganta, un cáncer, y perdió la voz. Pero de a pocos ha ido recuperándose. Aunque ya no habla, ahora escribe mucho y últimamente se ha puesto a escribir poesía. Y déjame decirte que escribe muy bien. Es un verdadero poeta. De todas maneras, te agradezco mucho por la información que me has dado. Salúdame a tu mama. Adiós.

-  Chao, profesor – respondió Marcos Pérez. Y ambos se dieron un apretón de manos.

 

Cuando el director estuvo enterado de todo, dio aviso a la comisaria para capturar inmediatamente al “loco” Anselmo. El señor Febres realizó todos los movimientos y asuntos legales que se requerían en el caso para inmediatamente meter preso al “loco” Anselmo por mucho tiempo bajo los barrotes. Mientras tanto, el director del colegio recibió la visita de un familiar del mal llamado “loco”.

 

-  Señor director, Mi hermano es inocente. Él jamás haría semejante crueldad. Usted lo conoce muy bien. Sino porque lo dejaría usted entrar al colegio a reciclar los papeles y las botellas de plástico. Él es bueno. Recapacite, señor director. Aparte es un hombre de sesenta y cinco años. Está viejo y necesita toda la atención y cuidados. Últimamente ha estado sufriendo de artritis. Aparte es consciente de todo. Es una persona que razona muy bien. Está en sus cabales. Él no es loco como le dicen. Tiene que ayudarlo, señor director.

-  Es muy tarde, señora. No puedo hacer nada. Todas las pruebas están en su contra. En estos momentos lo deben estar llevando al penal. Además, yo no estoy por encima del señor alcalde. Él está a cargo de todo ahora. Es imposible que yo haga algo por encima de su autoridad.

 

El profesor rosales al haber escuchado los ruegos de la hermana del “loco” Anselmo se compadeció y se comprometió a hacer todo lo posible para poner en libertad a su hermano.

 

El mismo día consiguió un permiso en la carceleta policial para visitar al “loco” Anselmo. Le llevó agua, fruta y pollo frito con arroz. Cuando vio que el profesor se acercaba empezó a llorar y caminó hacia él para abrazarlo como agradeciéndole por su visita.

 

-  Quiero que me cuentes lo que pasó. ¿Eres culpable del caso? – el “loco” Anselmo negaba con la cabeza. – ¿entonces puedes decirme quién es el responsable de todo esto?

 

Al salir de la carceleta, el profesor rosales se metió una carta en el bolsillo de su camisa. Era una carta escrita por el “loco” Anselmo. En ella decía lo siguiente:

 

“Cuando pasaba por los cañaverales del fundo de santa lucía vi a un grupo de niños reunidos haciendo un círculo alrededor de un pozo. Apenas se dieron cuenta de mi presencia huyeron despavoridos como si hubieran visto al mismísimo diablo. Me acerqué y me fijé de manera superficial lo que había dentro de aquel pozo. Como era hondo no logré ver ni escuchar nada. Solo atiné a recoger unos libros tirados que habían dejado los niños y me fui. Más adelante del camino encontré a uno de los niños, pero huyó despavorido.  Cuando llegué a mi casa, mi hermana me avisó que me andaban buscando para lincharme y hui a esconderme, pero me encontraron y aquí estoy en esta prisión. Ahora saque usted sus propias conclusiones acerca de quiénes son los verdaderos culpables”.

 

Los hermanos zapata testificaron ante el juez y declararon que todos los alumnos de la promoción del segundo grado de primaria a excepción de marcos Pérez y pablo Quispe, acordaron lanzar a un pozo a Roberto Febres, no sin antes haber recibido una buena golpiza, por el hecho de golpear constantemente y en repetidas ocasiones a su compañero pablo Quispe. Declararon también que fueron ellos quienes llevaron a pablo Quispe hasta la esquina del colegio para que lo recogiera su mamá con la consigna de no mirar atrás y así esconderlo del niño Febres para luego llevar a este último con engaños hacia los cañaverales donde supuestamente se encontraba pablo Quispe que lo esperaba para una pelea.

 

Con esa última declaración el “loco” Anselmo fue liberado y ahora se dedica a escribir y a enseñar poesía en el colegio. Hasta ahora el mas entusiasmado es marcos Pérez, pues junto con pablo Quispe y Roberto Febres, ahora compiten por el primer lugar en los concursos de poesía de todos los colegios a nivel nacional.   

 

 

SODEDAT ROCLE

Lo conocí un domingo. Aquel día se realizaba un torneo de pesca en el muelle de Pimentel en el departamento de Lambayeque, y el premio era...